DESCUBRIENDO A LOS DEMÁS
Los seres humanos,
somos conscientes también de que hay algo que nos iguala y nos une. Lo intuimos
desde que nacemos: cada uno de nosotros es una persona humana. Y como personas
humanas tenemos una dignidad que nadie nos puede discutir ni quitar.
Ante la gran cantidad
de propuestas falsamente humanistas que nos confunden tanto, la Iglesia, desde
su fe, asume su compromiso servicial de anunciar la identidad y vocación del
ser humano para que éste encuentre la respuesta plena a sus inquietudes
fundamentales.
Al crearnos, Dios
Padre nos hizo seres abiertos a escuchar y responder al diálogo. Somos hechos
para el encuentro: encuentro con nosotros mismos y con los demás; pero eso no
basta, hay en cada uno de nosotros un hambre de infinito, de trascendencia.
Sabemos con certeza que nada puede saciar esa hambre, porque el hombre no se
basta a sí mismo; necesita de Dios, el único capaz de responder a todas sus
inquietudes.
1. Jesús y la Dignidad del Hombre
El Hijo de Dios, al
encarnarse en el seno de María, nos ha revelado la verdadera dimensión de la
dignidad del hombre. Con la Redención, Cristo ha elevado al ser humano a la
dignidad de hijo adoptivo de Dios.
En el Señor Jesús, el
hombre vuelve a encontrar la grandeza, la dignidad y el valor propios de su
humanidad.
2. La Dignidad Humana y los Derechos del Hombre
La dignidad del hombre
es pues invalorable, y esa dignidad se fundamenta en haber sido la única
criatura creada a imagen y semejanza de Dios, su creador, y por haber sido
reconciliada por el Hijo, el Verbo de Dios, “Hijo de su amor en quien tenemos
la redención” (Col.1, 13-14). “Pues Dios tuvo a bien hacer residir en Él toda
la plenitud y reconciliar por Él y para Él todas las cosas, pacificando,
mediante la sangre de su cruz lo que hay en la tierra y en los cielos” (Col.1, 19-20)
La preocupación y
defensa de la dignidad del hombre comienza por el constatar que éste existe
como criatura libre, portadora de valores, abierta al encuentro con su Creador;
y, al mismo tiempo, creada para el encuentro con los demás hombres, con quienes
establecerá una relación de comunión que empieza aquí en la tierra y que
seguirá en la eternidad. Pero todo esto tiene un punto de partida evidente: el
hombre existe, está vivo. Ése es su primer derecho: el derecho a la vida, y
según la dignidad que posee, el derecho a una existencia humana. Como tal,
exige los medios para que su vida sea posible: alimento, vestido, vivienda,
descanso, asistencia médica y servicios indispensables. De esto se desprende el
derecho a la dignidad personal en caso de enfermedad, invalidez, viudez, vejez.
También, cuando alguna situación imprevista lo prive, sin culpa suya, de los
medios necesarios para sus sustento, el derecho a ser socorrido. Junto a este
derecho aparecen otros que tienen que ver con su desarrollo personal, así como
todos aquellos que tienen que ver con la relación con los demás, por ejemplo,
entre estos están:
- Derecho a la buena
fama, a la verdad y a la cultura.
- Derechos familiares
en los que el varón y la mujer deben tener iguales derechos y deberes para
elegir el estado de vida y así formar una familia o eguir una vocación
religiosa.
- Derechos económicos por lo que el hombre
tiene derecho a trabajar en condiciones humanas recibiendo un salario justo que
tenga en cuenta la situación familiar.
- Derecho al culto
divino: éste es el derecho de poder venerar a Dios según la recta norma de su
conciencia y profesar la religión en privado y en público.
3. Derechos y Deberes.
Al enseñar la
importancia de los derechos humanos, la Iglesia insiste en que éstos no serían
plenamente comprendidos, si no se consideran también los deberes que traen
consigo. La protección y promoción de la dignidad humana lleva a considerar ambos
aspectos. Todos somos conscientes de que por un lado hay derechos, pero por otros
deberes: no podemos separarlos, como no podemos separar las dos caras de una
moneda. Un derecho implica siempre un deber; por ejemplo, el derecho a la vida
trae consigo el deber de hacer de la propia vida una vida auténticamente humana
y esto implica responsabilidad y esfuerzo.
De la misma manera, si
pensamos en cada uno de nuestros derechos, éstos necesariamente nos remiten
hacia los deberes. Si no tenemos claro esto y sólo exigimos nuestros derechos,
originaremos abusos que conducirán a injusticias y son éstas las que ocasionan
conflictos, que junto a las situaciones injustas de los demás, son motivo de
luchas y enfrentamientos que dan como resultado una sociedad violenta,
agresiva, injusta.
4. Dignidad humana y respeto a la vida.
La SS. EE. nos
recuerda constantemente el valor inconmensurable de la dignidad humana, que le
viene de ser creado “a imagen y semejanza de Dios” (Gn.1,26) y de haber sido
reconciliado por la sangre del Señor Jesús. Justamente por esto, es que debe
ser respetada por todos. Todo hombre merece respeto y consideración no sólo por
lo que hace o puede hacer, sino por el hecho de ser hombre. Y este respeto
encuentra su primera y fundamental expresión en la defensa de la vida humana.
La vida es el don más
valioso que tiene el hombre. La vida es un regalo que Dios nos concede como
participación de su propia existencia. Y por ser la vida un don tan valioso, es
que el Señor Jesús nos pide que lo respetemos y defendamos. En el Sermón de la
Montaña, Jesús nos recuerda el quinto mandamiento, pero dándole una
interpretación más exigente y radical: “Ustedes han escuchado que se dijo a sus
antepasados: no matarás, y el que mate deberá responder ante la justicia. Pero
yo les digo más: cualquiera que se enoje contra su hermano comete un delito...”
(Mt.5, 21-22).
¿De qué manera se atropella el derecho a la vida en los
demás?
Desgraciadamente, ésta es una realidad muy común que se da de muy variadas
formas. Pero encontramos como algo frecuente que se atropella el derecho a la
vida de los más débiles e indefensos.
Los no nacidos: Son los indefensos entre los indefensos, ya
que ni siquiera tienen la posibilidad de protestar. El aborto es un crimen,
pues a través de él se elimina una vida humana, poseedora de dignidad y
derechos propios.
Los pobres: Por su condición precaria se hallan
indefensos ante la pobreza y la miseria que ponen en peligro su existencia.
Las víctimas de la
violencia:
Son muchas las personas inocentes que sufren las consecuencias de la brutal
violencia que azota a nuestro país. Pensemos en los asesinatos por el
terrorismo, los huérfanos, los miles de mutilados y tantos otros hermanos
nuestros que han perdido a sus seres queridos.
Los ancianos y enfermos: Las personas de edad
avanzada y los enfermos son considerados según esta mentalidad de la cultura de
muerte como seres inútiles e improductivos. Se promueve así la eutanasia que es
un suicidio en el cual el enfermo o el anciano piden que le quite la vida otra
persona. Lo cierto es que aunque uno voluntariamente quiera quitarse la vida no
tiene derecho a hacerlo porque la vida es antes que nada un don que no depende
de la voluntad humana.
- La vida es un don de
Dios y no puede ser quitada por el ser humano. Esta ley es universal.
- La legítima defensa
es también defensa de la vida y preservación del bien común.
- La vida humana debe
ser respetada y protegida de manera absoluta desde el momento de la concepción.
- Aquellos cuya vida
se encuentra disminuida o debilitada (ancianos, enfermos), tienen derecho a un
respeto especial y deben ser atendidos para que lleven una vida tan normal como
sea posible.
- Cada cual es
responsable de su propia vida ante Dios que se le ha dado. Somos
administradores y no propietarios de ella.
C. AUTOEVALUACIÓN
1. ¿Qué se entiende
por promoción humana?
2. ¿Cómo debemos
tratar a los demás?
3. ¿Por qué nos ha
dado Dios la libertad?
4. ¿Qué consecuencias
trae la injusticia a nuestra sociedad?
5. ¿Cómo defiende
nuestra sociedad a los más débiles?
6. ¿Cuál es el motivo
de tu aprecio hacia los demás?