jueves, 4 de septiembre de 2014

DESCUBRIENDO A LOS DEMÁS


DESCUBRIENDO A LOS DEMÁS
Los seres humanos, somos conscientes también de que hay algo que nos iguala y nos une. Lo intuimos desde que nacemos: cada uno de nosotros es una persona humana. Y como personas humanas tenemos una dignidad que nadie nos puede discutir ni quitar.

Ante la gran cantidad de propuestas falsamente humanistas que nos confunden tanto, la Iglesia, desde su fe, asume su compromiso servicial de anunciar la identidad y vocación del ser humano para que éste encuentre la respuesta plena a sus inquietudes fundamentales.

Al crearnos, Dios Padre nos hizo seres abiertos a escuchar y responder al diálogo. Somos hechos para el encuentro: encuentro con nosotros mismos y con los demás; pero eso no basta, hay en cada uno de nosotros un hambre de infinito, de trascendencia. Sabemos con certeza que nada puede saciar esa hambre, porque el hombre no se basta a sí mismo; necesita de Dios, el único capaz de responder a todas sus inquietudes.

1. Jesús y la Dignidad del Hombre

El Hijo de Dios, al encarnarse en el seno de María, nos ha revelado la verdadera dimensión de la dignidad del hombre. Con la Redención, Cristo ha elevado al ser humano a la dignidad de hijo adoptivo de Dios.

En el Señor Jesús, el hombre vuelve a encontrar la grandeza, la dignidad y el valor propios de su humanidad.

2. La Dignidad Humana y los Derechos del Hombre

La dignidad del hombre es pues invalorable, y esa dignidad se fundamenta en haber sido la única criatura creada a imagen y semejanza de Dios, su creador, y por haber sido reconciliada por el Hijo, el Verbo de Dios, “Hijo de su amor en quien tenemos la redención” (Col.1, 13-14). “Pues Dios tuvo a bien hacer residir en Él toda la plenitud y reconciliar por Él y para Él todas las cosas, pacificando, mediante la sangre de su cruz lo que hay en la tierra y en los cielos” (Col.1, 19-20)

La preocupación y defensa de la dignidad del hombre comienza por el constatar que éste existe como criatura libre, portadora de valores, abierta al encuentro con su Creador; y, al mismo tiempo, creada para el encuentro con los demás hombres, con quienes establecerá una relación de comunión que empieza aquí en la tierra y que seguirá en la eternidad. Pero todo esto tiene un punto de partida evidente: el hombre existe, está vivo. Ése es su primer derecho: el derecho a la vida, y según la dignidad que posee, el derecho a una existencia humana. Como tal, exige los medios para que su vida sea posible: alimento, vestido, vivienda, descanso, asistencia médica y servicios indispensables. De esto se desprende el derecho a la dignidad personal en caso de enfermedad, invalidez, viudez, vejez. También, cuando alguna situación imprevista lo prive, sin culpa suya, de los medios necesarios para sus sustento, el derecho a ser socorrido. Junto a este derecho aparecen otros que tienen que ver con su desarrollo personal, así como todos aquellos que tienen que ver con la relación con los demás, por ejemplo, entre estos están:

- Derecho a la buena fama, a la verdad y a la cultura.

- Derechos familiares en los que el varón y la mujer deben tener iguales derechos y deberes para elegir el estado de vida y así formar una familia o eguir una vocación religiosa.

 - Derechos económicos por lo que el hombre tiene derecho a trabajar en condiciones humanas recibiendo un salario justo que tenga en cuenta la situación familiar.

- Derecho al culto divino: éste es el derecho de poder venerar a Dios según la recta norma de su conciencia y profesar la religión en privado y en público.

3. Derechos y Deberes.

Al enseñar la importancia de los derechos humanos, la Iglesia insiste en que éstos no serían plenamente comprendidos, si no se consideran también los deberes que traen consigo. La protección y promoción de la dignidad humana lleva a considerar ambos aspectos. Todos somos conscientes de que por un lado hay derechos, pero por otros deberes: no podemos separarlos, como no podemos separar las dos caras de una moneda. Un derecho implica siempre un deber; por ejemplo, el derecho a la vida trae consigo el deber de hacer de la propia vida una vida auténticamente humana y esto implica responsabilidad y esfuerzo.

De la misma manera, si pensamos en cada uno de nuestros derechos, éstos necesariamente nos remiten hacia los deberes. Si no tenemos claro esto y sólo exigimos nuestros derechos, originaremos abusos que conducirán a injusticias y son éstas las que ocasionan conflictos, que junto a las situaciones injustas de los demás, son motivo de luchas y enfrentamientos que dan como resultado una sociedad violenta, agresiva, injusta.

4. Dignidad humana y respeto a la vida.

La SS. EE. nos recuerda constantemente el valor inconmensurable de la dignidad humana, que le viene de ser creado “a imagen y semejanza de Dios” (Gn.1,26) y de haber sido reconciliado por la sangre del Señor Jesús. Justamente por esto, es que debe ser respetada por todos. Todo hombre merece respeto y consideración no sólo por lo que hace o puede hacer, sino por el hecho de ser hombre. Y este respeto encuentra su primera y fundamental expresión en la defensa de la vida humana.

La vida es el don más valioso que tiene el hombre. La vida es un regalo que Dios nos concede como participación de su propia existencia. Y por ser la vida un don tan valioso, es que el Señor Jesús nos pide que lo respetemos y defendamos. En el Sermón de la Montaña, Jesús nos recuerda el quinto mandamiento, pero dándole una interpretación más exigente y radical: “Ustedes han escuchado que se dijo a sus antepasados: no matarás, y el que mate deberá responder ante la justicia. Pero yo les digo más: cualquiera que se enoje contra su hermano comete un delito...” (Mt.5, 21-22).

¿De qué manera se atropella el derecho a la vida en los demás? Desgraciadamente, ésta es una realidad muy común que se da de muy variadas formas. Pero encontramos como algo frecuente que se atropella el derecho a la vida de los más débiles e indefensos.

Los no nacidos: Son los indefensos entre los indefensos, ya que ni siquiera tienen la posibilidad de protestar. El aborto es un crimen, pues a través de él se elimina una vida humana, poseedora de dignidad y derechos propios.

Los pobres: Por su condición precaria se hallan indefensos ante la pobreza y la miseria que ponen en peligro su existencia.

 Las víctimas de la violencia: Son muchas las personas inocentes que sufren las consecuencias de la brutal violencia que azota a nuestro país. Pensemos en los asesinatos por el terrorismo, los huérfanos, los miles de mutilados y tantos otros hermanos nuestros que han perdido a sus seres queridos.

Los ancianos y enfermos: Las personas de edad avanzada y los enfermos son considerados según esta mentalidad de la cultura de muerte como seres inútiles e improductivos. Se promueve así la eutanasia que es un suicidio en el cual el enfermo o el anciano piden que le quite la vida otra persona. Lo cierto es que aunque uno voluntariamente quiera quitarse la vida no tiene derecho a hacerlo porque la vida es antes que nada un don que no depende de la voluntad humana.

- La vida es un don de Dios y no puede ser quitada por el ser humano. Esta ley es universal.

- La legítima defensa es también defensa de la vida y preservación del bien común.

- La vida humana debe ser respetada y protegida de manera absoluta desde el momento de la concepción.

- Aquellos cuya vida se encuentra disminuida o debilitada (ancianos, enfermos), tienen derecho a un respeto especial y deben ser atendidos para que lleven una vida tan normal como sea posible.

- Cada cual es responsable de su propia vida ante Dios que se le ha dado. Somos administradores y no propietarios de ella.

C. AUTOEVALUACIÓN

1. ¿Qué se entiende por promoción humana?

2. ¿Cómo debemos tratar a los demás?

3. ¿Por qué nos ha dado Dios la libertad?

4. ¿Qué consecuencias trae la injusticia a nuestra sociedad?

5. ¿Cómo defiende nuestra sociedad a los más débiles?

6. ¿Cuál es el motivo de tu aprecio hacia los demás?